sábado, 7 de agosto de 2010

Nocturno


Cuando en vigilia la noche toca mi ventana,
me saco los ojos y comienza a trabajar la máquina de hacer sueños;
no siento cuando las horas pasan
arrastrándose lentamente hasta ocultarse dentro de la perdida distancia,
de la soledad que llena mis sueños rotos.
Y así sucede en el transcurso del número de años
y la noche ebulle como las nubes.

De una mirada él enciende su cigarro
y de su boca sale el fantasma que trae horror a sus utópicas realidades,

que luego huyen con sus grandes alas de pájaros
a la reconstrucción del nido.
De tanto tener los ojos despiertos el mira cómo el cielo pasa al arcoiris,
ve cómo los vasos se van llenando y vaciando como vaivén,
de cómo las botellas van cayendo a un profundo vacío,
y su cabeza va quedando lejos.
Mira cómo se llena la tierra de ceniza;
el alquitrán debe dejarte hundidos los pulmones hasta cansarlos,
y a tí aún no te vence aquel lecho que conmueve,
que mira al techo como en 180 grados,
que te llama para mecerte la cuna.


La vida se evapora
igual como el cigarro se consume,
así sucede siempre.

Y yo mientras duermo observo quiméricamente cómo
la noche se escapa de tus dedos.

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