Ella encendió un cigarrillo y se sentó a esperar. Eran más de las 6. Una hora más tarde, esa misma, la de los tacones y ropas modestas, desespera por la espera.
No alcanzó a ver cuántas colillas fue las que dejó cuando miró su reloj y su alrededor.
Tras una leve pausa de un titubeo desconsolador, bajó sus lentes y sin mirar atrás,
se paró y se fue.
No alcanzó a ver cuántas colillas fue las que dejó cuando miró su reloj y su alrededor.
Tras una leve pausa de un titubeo desconsolador, bajó sus lentes y sin mirar atrás,
se paró y se fue.
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