Desde las aciagas revueltas de su vida
llegó el día en que sus ojos se abrieron de par en par,
despacio,
impávidos,
y sin resistencia.
Se acostumbró tanto a él
dentro de su cabeza
que con denuedo diluyó esa vibración
que causaba su oído interno.
Respiró lentamente
y sonrió
porque lo que vió
ya no lo sorprendía para nada.
llegó el día en que sus ojos se abrieron de par en par,
despacio,
impávidos,
y sin resistencia.
Se acostumbró tanto a él
dentro de su cabeza
que con denuedo diluyó esa vibración
que causaba su oído interno.
Respiró lentamente
y sonrió
porque lo que vió
ya no lo sorprendía para nada.
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