miércoles, 24 de febrero de 2010

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Me gusta el signo de interrogación, y me gusta porque le da una gota de misterio a la vida. Sería fome si todo fuera nítido, claro, sin nebulosas. La época del signo de interrogación debería continuar vigente,como lo propuso Sócrates, debería continuar porque es necesario interrogarse. Sin embargo, como en todo, es bueno en la medida que uno sepa responder a esas necesidades. La gente hoy en día evade cuestionarse porque teme a responderse, qué cosa tan loca. Pero hay gente que se pregunta mucho y se queda en sólo eso: en la pregunta, y no es capaz de buscar el trasfondo. ¿Cuál es la gracia, entonces? Innegablemente queda en lo vano y lo fútil. El tema es saber llegar al consenso, a la estabilidad de la palabra, al centro de la tierra: al equilibrio. Proponer la interrogancia es dar sabor, poner carácter, ofuscar a la duda y la curiosidad, y es dar suspenso a la cotidianeidad.

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