viernes, 24 de diciembre de 2010

Un sentido a la navidad

Cuando era más pequeña esperaba esta fecha con tanto anhelo; me gustaba armar el árbol que para mí era gigante y decorar con grandes luces toda la casa para que el viejito no se olvidara de pasar por mi hogar. Me portaba bien todo el año para que el viejito no se olvidara de mi presente, aunque nunca le hice una carta. Yo solía salir a buscarlo después de cenar, podíamos salir sin rumbo fijo junto a mi hermana, y nos dedicábamos a mirar el cielo de vez en cuando porque nos imaginábamos que pronto veríamos ese gran trineo que siempre muestran en las películas. Cuando papá nos llamaba ya sabíamos que era porque el viejito había llegado por lo que comenzábamos a correr gritando e irradiando felicidad. En ese momento veíamos incluso hasta el árbol más grande de lo que era con la cantidad de regalos que habían en él. Mi mamá tiene como tradición dejar un vaso de cola de mono, un trozo de pan de pascua y galletas al viejito pascuero antes de las doce, para que este al dejar los regalos no se vaya con la guatita vacía. Cuando volvimos por los regalos el vaso con cola de mono se encontraba vacío, y sólo quedaban vestigios de que hubo algo más que un vaso y un plato sobre la mesa. Con mi hermana nos emocionábamos cuando nos contaban que el viejito había estado en casa, y luego de eso mi mamá comenzaba a nombrar para quién era cada regalo, mientras que yo me comía las uñas esperando que dijeran mi nombre. Cuando salía el mío abría muy rápido la bolsa que contenía mi tesoro y mi papá me filmaba. Y así con todos...
Hoy cuando veo todos esos videos, quiero pensar que los mitos y leyendas tienen algo de verdad.Quiero volver a mi infancia y renunciar a ser adulta. La navidad ya no es igual cuando el niño sale de la burbuja, y yo salí de la mía. Hoy la historia que viví yo la vive mi hermana más pequeña, y mi alegría es ver su inocencia plasmada en su sonrisa.


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